La Casita, un programa de ayuda a prostitutas

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Canarias es reconocida internacionalmente como uno de los lugares más mágicos e impresionantes para disfrutar de unas buenas vacaciones. El archipiélago se encuentra ubicado en el Atlántico, muy cerca de la costa de África, y esto hace que las temperaturas sean primaverales prácticamente durante todo el año. Mientras los demás se están congelando de frío o asando de calor en sus respectivos países, en Canarias el termómetro se mantiene en torno a los plácidos 20 grados. Un verdadero paraíso que ha sabido aprovechar muy bien todo ese potencial para convertirse en uno de los destinos favoritos para los turistas. Cada año son millones los que aterrizan en cualquiera de las islas, especialmente Gran Canaria, Tenerife y Lanzarote, las más grandes y pobladas. Algunos incluso se quedan a vivir aquí, o tienen una segunda residencia donde pasar los largos y fríos meses de invierno. Pero en este paraíso no es todo de color de rosa, y muchas personas también llegan a Canarias en busca de una oportunidad para sobrevivir.

Se calcula que en las islas trabajan cerca de 5.000 prostitutas, la mayoría de ellas llegadas desde otros territorios. El número de trabajadoras sexuales canarias es ínfimo en comparación con todas las chicas que vienen de fuera buscando una oportunidad en una región tan especial como esta. Y es que Canarias es el sitio perfecto para desarrollar estos servicios, ya que hay turismo de sobra durante todo el año, y las condiciones climatológicas ayudan también. La prostitución, que es alegal en España, se ha constituido con fuertes cimientos en las islas, tanto en locales de alterne como en casas privadas donde las propias chicas llevan a cabo sus servicios. La situación de estas escorts, a pesar de tener casi siempre mucho trabajo, llega a ser problemática. Son repudiadas en muchas ocasiones por su condición de prostitutas, si no ya por ser extranjeras, o incluso por su género, especialmente las chicas trans. Deben enfrentarse a las duras condiciones de un trabajo que la mayoría ha escogido por pura necesidad, y apenas encuentran ayuda a su alrededor. Por suerte, hay un proyecto específico que sí que está favoreciendo las condiciones de estas mujeres. Se trata de La Casita, una iniciativa de las Hermanas Oblatas del norte de Tenerife.

Un trabajo estigmatizado

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Hablar de prostitución hoy en día, incluso cuando el debate sobre la legalización o abolición de este sector está al rojo vivo, sigue siendo un tabú. Durante años, en España se ha preferido mirar hacia otro lado a este respecto, como si el problema de estas mujeres se solucionase obviándolo. A pesar de que la ley no prohíbe expresamente el trabajo sexual, sí que condena la explotación sexual de otras personas, y por supuesto, los abusos y la sexualización de menores. Sobre el papel todo suena bien pero en la práctica es complicado conseguir cazar a alguien en una red de explotación, porque las chicas, muchas veces, ni siquiera testifican en contra. Están en una situación vulnerable y solo quieren trabajar para seguir ganando dinero y sobrevivir.

Este trabajo, por desgracia, las sigue excluyendo del resto de la sociedad, que las señala por hacer algo “indecoroso”. La idea de la prostitución como algo moralmente reprobable hunde sus raíces en la tradición religiosa y su concepto del sexo como pecado. Por eso resulta aun más sorprendente que, de las pocas comunidades que se dignan a ayudar a estas mujeres, las Hermanas Oblatas sean las más interesadas en hacerlo. Hay prostitutas que trabajan por su cuenta en este sector y lo hacen muy a gusto, aunque como todos en su trabajo, también tengan días malos. Pero tampoco se puede negar la existencia de muchas mujeres que están en contra de su voluntad, y que desearían encontrar ayuda para disfrutar de una alternativa frente a su oficio.

Un proyecto desarrollado por Hermanas Oblatas

Y eso es precisamente lo que ofrecen estas Hermanas Oblatas a través del programa La Casita, desde la parte norte de la isla de Tenerife. El programa nació hace más de treinta años, en 1988, con la vocación de ayudar todo lo posible a esas mujeres que están en situación de exclusión social o pobreza, por ejercer la prostitución. Este negocio es bastante habitual en esa zona de la isla, por ser una de las más turísticas. Atrae a muchas chicas, la mayoría de fuera, que no saben exactamente lo que van a encontrar aquí y se lanzan un poco a la aventura, sin estar demasiado seguras de lo que van a poder vivir. Cuando se topan con una realidad dura, a veces incluso abusiva, ya es demasiado tarde. En un país extraño, con pocas posibilidades de salir de allí y nada de dinero en la cuenta corriente, las mujeres no tienen más remedio que lanzarse a las calles a ofrecer sexo.

Las Hermanas Oblatas son una orden de jesuitas que están dedicadas por entero a la ayuda a otras mujeres, a través de distintos programas. La Casita, que nació para dar respuesta a la necesidad de estas prostitutas por tener alternativas a ese trabajo, se ha convertido en su seña de identidad en Tenerife. Un programa que cuenta con voluntarias para ayudar a concienciar a estas mujeres sobre su realidad, sobre cómo salir de ella, otorgándoles alternativas a través de refugio habitacional, talleres de crecimiento personal y validación… La situación de estas chicas es muchas veces límite, y se sienten totalmente abandonadas tanto por el sistema como por la propia sociedad, que las mira con desconfianza e incluso con odio. Las Oblatas han atendido a miles de mujeres en situación de prostitución en estas tres décadas, y han conseguido por ello la admiración de toda la isla, así como diferentes menciones y galardones.

La situación de la prostitución en Canarias

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No es de extrañar que las hermanas Oblatas escogieran a las prostitutas como su proyecto más ambicioso, ya que la necesidad de ayuda a estas mujeres era imperante. Lo sigue siendo, treinta años después, ya que las cosas han cambiado poco, al menos con respecto a la realidad de estas chicas. Muchas llegan aquí envueltas en falsas promesas, engañadas o directamente obligadas. La realidad con la que tienen que lidiar día a día dista  mucho de esas vacaciones paradisíacas que uno se imagina en Tenerife. Al ser de fuera, muchas ni siquiera hablan el idioma al llegar, y están en manos de proxenetas y chulos que se aprovechan de su situación de debilidad para sacar toda la tajada posible de su trabajo.

En los últimos años se han desarrollado diferentes programas en Canarias con respecto a la prostitución, desde distintos prismas. Algunos iban con todo hacia la abolición, persiguiendo a los clientes y dejando, en realidad, aún más desvalidas a las chicas. No se puede intentar acabar con un negocio sin ofrecer alternativas a quien lo está realizando, incluso cuando no esté a gusto con ello. La iniciativa de las Oblatas ha tenido tanto éxito porque se centra en ayudar a estas mujeres en todo lo posible, sin juzgarlas, sin echarles en cara sus decisiones. Las trabajadoras sexuales están en una situación muy problemática en la que se sienten abandonadas. Con proyectos como La Casita, al menos encuentran un refugio.