Los efectos de la pandemia en el sistema de salud mental canario

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El Covid 19 nos ha cambiado la vida por completo en menos de un año. Hace exactamente 365 días que se empezaba a hablar en China de un posible brote extraño en un nuevo virus. Algo a lo que ni siquiera se le prestó demasiada atención en nuestro país, tan sumidos como estábamos en nuestras propias luchas. El brote fue creciendo y a principios de enero, la situación en China ya era bastante preocupante. No tardaría en convertirse en pandemia, expandiéndose durante los meses siguientes a todo el planeta y provocando una crisis sanitaria como jamás habíamos conocido en este siglo. Los Gobiernos tuvieron que tomar medidas muy drásticas, como el confinamiento de la población, el cierre de negocios no fundamentales o el cierre de fronteras. La situación se ha ido relajando, pero la segunda ola nos ha devuelto toda la crudeza del Covid.

En nuestro país son ya más de 41.000 fallecidos oficiales con diagnóstico de coronavirus, una cifra que seguramente sea muchísimo mayor, ya que muchos de los fallecidos durante estos meses no han sido ni siquiera tratados ni estudiados por si tenían el virus. Los efectos en la salud física están siendo devastadores, especialmente en los llamados grupos de riesgo, personas mayores y con patologías previas. Sin embargo, el virus ataca cada vez más a los jóvenes, provocando que incluso chicos con buena salud, sin problemas anteriores, acaben siendo hospitalizados por culpa del Covid 19. Sin embargo, tal vez los efectos más duros de la pandemia los estemos sufriendo mentalmente, ya que esto sí que afecta a todos, de una manera más o menos intensa, eso sí, pero curiosamente pasan más desapercibidos. La ayuda psicológica es fundamental para salir de toda esta crisis, pero en muchos sitios no se cuenta con los suficientes facultativos para atender a la población.

Efectos emocionales de la pandemia

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Cuando se decretó el estado de alarma el 13 de marzo de 2020 en nuestro país, la sensación de inseguridad derivada de no saber qué iba a pasar a partir de eso momento comenzó a afectar a buena parte de la población. Esa incertidumbre se convertía también en un virus que nos iba colonizando la mente, provocando que estuviéramos preocupados no solo por la posible enfermedad de la propia pandemia, sino también por todo lo que vendría después. Aquellos que debían cerrar sus negocios sin saber si volverían a abrirlos, y qué pasaría con ellos mientras durase el confinamiento. Los que tuvieron que quedarse lejos de sus familias, de su vida habitual, en un sitio extraño en donde no conocían a casi nadie, y enfrentarse a esta situación prácticamente solos. Los que estaban acostumbrados a salir todo el día a trabajar, a clases o a hacer deporte y de repente se encontraban encerrados en cuatro paredes.

Es evidente que los efectos psicológicos de la pandemia en nuestro ánimo fueron devastadores. El miedo por nuestros familiares y amigos, por la situación económica que se venía encima después de la pandemia… Todo esto ha supuesto un duro golpe para nuestro ánimo, y no siempre se ha sabido sobrellevar. Incluso cuando ha habido tan buenas ideas como lo de salir al balcón a aplaudir y aprovechar para hablar con los vecinos, o se han utilizado los medios tecnológicos actuales para llevar a cabo quedadas virtuales con los amigos, la necesidad de contacto físico sigue siendo indispensable para el ser humano y más en un país como el nuestro, donde siempre hemos sido tan amigos de los abrazos y los besos. Está claro que todo ello ha provocado un aumento de los problemas emocionales y mentales en la población, algo difícil de atender en estos tiempos de caos y pandemia.

No hay suficientes psicólogos

La situación es compleja, y se agrava por la falta de profesionales que puedan atender la ingente demanda que se da en estos tiempos de crisis. En Canarias, por ejemplo, solo hay un psicólogo por cada 17.000 personas, en un ratio que apenas llega a los siete por 100.000 habitantes, muy lejos de la media recomendada por la Unión Europea y por los científicos. Los problemas mentales, psicológicos y emocionales cada vez afectan a un mayor número de personas, y por desgracia, todavía no se tratan de una forma tan directa como cualquier problema físico. Personas que necesitan una cita rápida con su psicólogo, pero que tienen que esperar meses para conseguirla, lo que puede agravar de manera muy directa su problema. Situaciones que se podrían solucionar dotando de más psicólogos a la atención primaria y a la sanidad pública.

Mayor consumo de antidepresivos y estimulantes

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La pandemia del Covid 19 y sus consecuencias han sido como la tormenta perfecta para este tipo de problemas, ya que los han agravado de manera evidente. La incertidumbre ante el futuro, el tener tan cerca una enfermedad que puede ser mortal con las personas que queremos, el cambio tan brusco de vida que hemos tenido en estos meses… Todo esto ha llevado a que mucha gente se haya lanzado a por antidepresivos y estimulantes como única manera de soportar la situación, de seguir en pie cuando todo a su alrededor se derrumba. Estas sustancias pueden llegar a ser muy peligrosas ya que crean adicción, pero en muchos casos son la única alternativa ante la imposibilidad de realizar terapia con un psicólogo.

¿Habrá solución a corto plazo?

La solución a este problema también es compleja, ya que lo ideal sería poder dotar de muchos más psicólogos y profesionales a la sanidad pública, incluso creando terapias online, en algunos casos, que aunque no son perfectas, pueden ser una buena solución a corto  plazo. También hablar públicamente de estos problemas y normalizarlos, para conseguir que la gente no piense que está loca o que no es grave sentirse de esa manera. Hay que borrar ese estigma para que cualquier persona en esta situación se atreva a dar ese paso al frente para recuperarse y dejar atrás toda esa nube negra que suponen los problemas emocionales y psicológicos. Solo con ayuda podrán conseguirlo.